viernes, 17 de marzo de 2017

CON EL PERDÓN DE LOS CERDOS

                                          A José A. Lago, poeta

A esa hora en que mi madre se partía de dolor
rodearon la casa y el barrio, todo el País
fue incendiado como se incendia la fiebre.
Me subieron a un camión como a tantos otros
desnudos de futuro. Ya no me llamé nunca más
por mi nombre ni nadie me llamó
sólo tenía un número largo como la carretera
donde íbamos, mejor dicho,
por donde nos llevaban: éramos cerdos
con un número por tatuaje
y una carretera oscura en plena noche.


No hay comentarios:

Publicar un comentario